Espejos olvidados que orbitan

Por Alejandro Parada

El colapso de lo posible, G. Guerber, Editorial Nudista, Octubre 2022.

Seres estragados por el silencio, políglotas incongruentes traducidos con furor, vivencias escaldadas en sótanos sutiles del pensamiento abstracto. Irrumpe así esta novela en la literatura argentina, también interrumpe el plácido sueño de todos estos años: donde nada pasa todos miran para otro lado sin mirar, tampoco leen. “Las mejores mentes de mi generación: ¡oh, he visto a las mejores mentes de mi generación! Pero la verdad, queridos amigos, preferiría no haberlas visto.” El colapso de lo posible es una bildungsroman tardía, donde el autor (G. Guerber, científico argentino radicado en Uruguay) multiplica al personaje como una serie de espejos olvidados en el espacio. Nadie sabe por qué están allí, tampoco cómo llegaron a orbitar. Porque lo que da vueltas es el lenguaje con la precisión de los astros que, cómplices, guiñan mintiendo sobre su propósito.

Pero la iniciación literaria llega cuando Guerber ya publicó de manera imaginaria -y así lo respalda su despliegue en el estilo-, no menos de 10 novelas. El efecto es abrumador: estamos ante un escritor que tomó una fracción de la posibilidad de escritura, realizó un corte, aquí está el cuerpo del delito. Nos dice: lean como si fuera una autopsia en carnavales, pero antes: ¿quién saca a pasear al muerto para que tome aire? La estructura del pasado, así, es una convención de humor sacrílego: de aquí para allá no hay orden ni absoluto. La pampa gringa del sur de Córdoba, pueblo natal, es la misteriosa Königsberg con Kant fugado por abigeato, varias matronas lo reclaman con despecho. Y están los perros de Pynchon, que hablan. Acaso. ¿Quién no habla cuando la vida es plena?

El colapso de lo posible es, también, una novela de ideas. Profana la tradición y la traición de las vetustas traducciones, de las convenciones culturales que este paisaje toma como banderas cuando ya están extintas; es el efecto argentino, su naturaleza informe. Lo original, entonces, es un malentendido, como la evolución de la ciencia. Nadie dirá que París huele horrible, pero presumir está a la moda. La ética del escritor asoma así, desafía: “Competir contra la nada misma y ser derrotados: he allí nuestro arte. ¡Cuéntanos una vez más esa historia en la que los débiles vencen a los poderosos, pequeño estúpido edulcorado! Tú eres el enemigo, escritorzuelo, tú y todos tus lectores de libro único.” Y por qué no: “nuestra máxima aspiración consiste en agregarle una nueva letra al alfabeto humano. Una letra sin nombre que vaya después de la H muda, una letra que nos pertenezca.”

La raíz experimental del texto tiene su origen en la escritura de Guerber en la red social Twitter. Fue la compilación, clasificación y edición de varias personas lo que proporcionó al autor una base rítmica. Por tanto, la versión final es el largo trabajo del autor en todos estos años. ¿Y qué hicieron los lectores durante todo ese tiempo? Esperaron su arribo sin saberlo. Instancia diferida por lo fantástico escapando del incendio del bosque, como animal lúcido.

Publicado en el Suplemento Cultura de Perfil Diario el 24/12/22